lunes, 25 de enero de 2010

Una decisión

En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea memoria de una piedra
sepultada entre ortigas. Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde pena y dichos no sean más que nombres, donde al fin quede libre
sin saberlo yo mismo, allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Luis Cernuda, 1932.


A Siul, dondequiera que se encuentre...
El regreso a la Ciudad de México, no fue fácil, pero la decisión ya estaba tomada y en mi cabeza resonaba esa lección –Date a respetar, manteniéndote firme en las decisiones que tomes- y así lo hice pero los días que vendrían después serían toda una cadena de sinsabores hasta por la vida misma.

Cada paso alimentaba mi duda, y un dolor indescriptible, más que de ánimo era físico, atacaba mi corazón. Los pensamientos eran tan confusos que nublaban mi vista. No lo voy a negar sentía un impulso de libertad y cierta fuerza interna el haber tomado esa decisión; al ir por las calles con mi maleta pensé yo que huía de mi mismo, pero ¡miserable de mi! Trajéme a mí conmigo y traje mi mayor enemigo.

Al entrar el autobús por la Av. Zaragoza, tuve una yuxtaposición de imágenes que se agolpaban sin dejarme pensar con claridad lo que veía. Una ciudad gris, no como se ve en las películas que es el color de Europa, sino un ambiente grisáceo triste, enfermo. Llena de carros pitando todo el tiempo, gente con un semblante que reflejaba desesperación en su deambular. Esa sería en adelante mi vida misma.

Ante la extrañez de los operadores, me baje en san Lázaro, cuando mi boleto decía que mi arribo sería en la central de autobuses del norte. Fue así, porque al reconocer la TAPO por la ventanilla esta queda cerca de la casa de mi familia.

Ahora recuerdo que jamás me peso mover la maleta, fue tal mi costumbre con ella, que no la vi nunca como un estorbo ni me peso como debería quizás eso fue lo que más extrañe haber dejado, fue eso, el no estar en un solo lugar. Y ahora me sentía como la mar en calma, cual agua estancada no tiene dirección alguna destinada a evaporarse sin dejar rastro de su existencia.

Pronto me emplee como mostrador en una tienda cercana a la glorieta de Insurgentes, era un trabajo de medio tiempo, al salir por las tardes trataba de reconocerme de nuevo en las calles de la ciudad, me sentía tan ajeno, que decidí ganarme un espacio en medio de todo ese asfalto que se levanta, de personas que van y vienen insensibles de si mismas por el marcar y paso del tiempo. Un espacio a reconquistar, pero ahora solo y con el peso de que en esta ocasión por decisión propia, el haber dejado una vida quizás ya resuelta y que me daba más sensación de promesa que esto.

En su momento creí que fue lo mejor, pero recuerdo y no se sentía así de vacio el momento pasado del que creí había huido. Por las noches seriamente me pregunto -Carajo ¿Qué es la felicidad?-

1 comentario:

  1. Aeropuerto Internacional Charles de Gaulle, Francia.
    9h12, Martes 26 enero 2010

    Hoy pongo fin a un viaje que alguna vez realicé intrigado e inquieto de descubrir las maravillas que envolvìa ciudad de México: Sol (sobre todo esto), mariachi, arte, arquitectura y un ^^monstruo de 22 millones de habitantes.

    Lo primero que llamò mi atenciòn fue la ciudad de la prisa y pensé que algùn dìa podrìa ocurrir algo tan especial que nadie querrìa perdérselo, así que comenzé a seguir a un hombre que parecía dirigirse allí. Pero después de varias horas siguiéndole, el tìo terminó en un pequeño piso sin haber llegado a hacer nada interesante en todo el día. Por un momento, sentì que no habìa valido la pena dejar mi ciudad gris y lluviosa.
    Me vi perdido de pronto. Apenas logré mi inscripciòn a la escuela y no tarde en hacer amigos, pero nunca sentì que fuesen como los que habìa dejado. La gente es diferente.

    Pero, qué aprender de una ciudad como esta ? Puede uno encontrar aquì la felicidad y la amistad honesta ?

    El concreto, el vidrio y la piedra nos esculpen. Las calles, los barrios, los árboles en las aceras, las glorietas nos dan forma. Disfruté los muchos sabores de lo urbano: el anonimato que permiten las grandes concentraciones y la intimidad de ciertos barrios. El trazo caminable y cierto desorden excitante, aún el peligro que acelera la sangre. Ciudad viva, sensible, en movimiento...

    Observar una ciudad, involucrarse en ella y conocer su gente es uno de los grandes gozos de la vida. Es parte de lo que significa ser humano.

    Llego a Parìs con el mejor sabor y sensaciòn que jamàs habìa sentido. Intengo, igual que tù, cargar mi maleta que curiosamente tampoco me pesa. Ya es parte de mi.

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