jueves, 25 de octubre de 2012

El mensaje. (I)


Ese día se rompía la monotonía en el pueblo,  y no solo por la llegada de aquel grupo de hombres que provenía de la legendaria ciudad de Alejandría  para dar un recital de música tradicional egipcia, si no por el mensaje que dejarían en el tan monótono poblado y de árido paisaje, curiosamente su suerte del lugar había sido destinado a ser formado por hebreos, pero en realidad parecía más territorio árabe.

No había ya servicio de transporte interno por lo que se aventuraron a preguntar en una de las tiendas que la larga avenida presentaba a los peregrinos en territorio completamente ajeno.

Al interior de una especie de restaurante dos jóvenes y una chica, les respondieron que a esa hora y por ser fin de semana el transporte suspendía su servicio más temprano de lo habitual;  y entonces para demostrar la hospitalidad del pueblo judío a los árabes, que además galantemente portaban el uniforme de la banda de música sinfónica de la ciudad de Alejandría, la chica sorpresivamente propuso a sus otros dos amigos que ellos les darían hospedaje a los visitantes. Cosa no vista con agrado por ninguna de las partes, pero no habiendo  otra opción, así se llevo a cabo.

Y es aquí en donde comienza nuestra historia…

Trataron de repartirse lo más equitativamente posible el número de músicos entre los tres muchachos. La noche apremiaba así que cada cual paso a retirarse con el huésped que al azar le había tocado.

Ya instalado Abdel junto con sus compañeros y paisanos en la casa de David, sintió el deseo de recorrer aquel pequeño lugar, que aunque parecía muy silencioso y casi inhabitable paso por su mente el que siempre hay algo que conocer en donde sea. Y aprovechando que David tenía una salida con sus amigos, logro colarse entre ellos para conocer aquel paraje que por cortesía diplomática habían sido obligados a asistir.

Resulta que el primo de David iba con su novia a bailar, en un salón donde a la pista solo se podía acceder con patines, el único lugar dispuesto para la diversión nocturna; la novedad era que David tenía una cita a ciegas. Estando ya en el salón y entrada la madrugada, David no solo no había logrado despegarse del pasamanos que en las orillas había para evitar caídas y ser sostén momentáneo de los que lo necesitaran en la ejecución de cada ritmo. Si no que tampoco había podido entablar el cruce de una palabra con Sara, quien pacientemente intento por todos los medios bailar con él o si quiera platicar durante la velada.

Sara, que en su vestir más parecía colegiala de secundaria que mujer bien entrada en la juventud,  se puso a llorar y en sus ojos brillaba a la luz de cada gota que salían de ese sentimiento doloroso que sentía algo así como una auto compasión por sí misma al pensar que el rechazo podría deberse por esa apariencia poco agradable y casi nada parecida a las fotos que las revistas de moda lucían de otras mujeres en todos sus colores.

Abdel entonces hizo acto de aparición, dándole un sorbo del licor que siempre llevaba consigo en su pequeña alforja le pregunto a David si ya había hecho el amor, a lo que David con tono ruborizado respondió un rápido y nervioso no.

Y Abdel entonces le explico en un fluido y muy armonioso árabe como era eso de hacer el amor según él:

عند جعل الحب دون المساس، كنت أشعر بأن وانضم جسمك مع الشخص الآخر، كما لو ذابت في واحد. وتذهب الى تلك الهيئة والجهة التي عليك، وإذا جاء وظيفة إضافية.
وبالإضافة إلى ذلك، كل لحظة يبدو أنه يعطي قوة ومتعة غريبة، من النوع الذي نادرا ما يشعرون في النهاية تعلم أن صنع الحب هو قطعة من السماء على الأرض يلامس لنا.

(Cuando haces el amor sin prejuicios, sientes como tu cuerpo se une con el de la otra persona, como si se fundieran en uno solo. Y tu entras en ese cuerpo y ese cuerpo en ti, así como si un complemento llegara.

Además, cada instante parece que te da fuerzas y una extraña alegría, de esas que pocas veces se sienten, al final sabes que hacer el amor es el pedazo de cielo que nos toca en la tierra).

Tras haberlo escuchado, ahora era David a quien se le iluminaron los ojos con las palabras tan melodiosas y llenas de revelación que Abdel le había pronunciado, interrumpió las lagrimas de Sara y lo poco que quedaba de la noche bailaron hasta que el salón cerro. Animado por esa reflexión David por vez primera supo que era un beso y quizá, puede ser que también en la intimidad comprobar por él mismo las palabras de Abdel…