miércoles, 20 de abril de 2011

La frontera sur: el límite de abajo


La antigua estación de trenes del municipio de Tonalá, en el Estado de Chiapas, es muda testigo de las no pocas historias que transitan a la sombra de sus ya olvidadas instalaciones. Las cuales fueron resultado del llamado “milagro mexicano” por allá de los años 1959 a 1960. Época de bonanza económica en la derrama de capitales en el país, entre las cuales la región del Soconusco (región costera comprendida en la zona limítrofe entre México y Guatemala) se vio favorecida principalmente por las grandes exportaciones de café.

Ahora la altiva estación de trenes ve como con paso sigiloso se mueven a través de los rieles los pies de cientos de migrantes que cada día comienzan la travesía para alcanzar “el sueño americano”.

El municipio de Tonalá, Chiapas. Es un punto importante en la llamada “Ruta del Atlántico” A través de la cual, los ciudadanos de países centro y sudamericanos viajan para llegar a los Estados Unidos, en busca de trabajo; en busca de la última esperanza que en sus respectivas realidades les ha sido negada.

Por las tardes, se observa como esperan el paso de “la Bestia” que es el ferrocarril que usan como medio de desplazamiento para poder llegar a la frontera norte, al no contar con dinero suficiente para poder transportarse en un autobús y evitar así también el hostigamiento de las diferentes policías.

Héctor, oriundo de Ecuador, con cerca de unos 24 años relata que es la familia qué ya ha logrado pasar, quienes le dicen en que sitio hacer descanso, en cual y a quien recurrir para pedir comida o ayuda en caso de necesitarla –Es que pasar por México, es el obstáculo que más miedo da. No te creas, uno ve las noticias de como andan las cosas por acá y se imagina que puede pasar lo peor, pero no hay de otra. Es más feo el ver a mis hijos sin comer y yo con el poco dinero que gano sin poder solucionarlo.-


En Tonalá, la comunidad ha llegado a un acuerdo: apoyarlos con alimentos a través de las Iglesias del poblado. Los misioneros religiosos y religiosas que siguen como principio la teología de la liberación, han logrado abrir espacios como la “Casa del migrante” en donde ofrecen alimentos, estancia temporal, asesoría médica y algunas veces gestiones jurídicas; la misma población ha pedido sensibilidad al Cabildo local para instruir a los funcionarios públicos en materia de Derechos Humanos y atención a los migrantes que llegan a la zona. Pues muchos habitantes aseguran que así han logrado entablar un dialogo de respeto y solidaridad mutua con ellos: Ellos nos respetan, no nos agreden y nosotros los reconocemos como personas que de por sí son y los ayudamos en la medida de lo posible.

Pero esta visión dura apenas un pequeño territorio, más adelante por ejemplo, en el municipio de Arriaga del mismo Estado de Chiapas, continuamente son llevados a cabo operativos por parte del Instituto Nacional de Migración, bajo el pretexto de evitar la trata de personas. Detenidos por los agentes en la mayor de las veces usando cierto grado de violencia argumentando que “pueden ser portadores de armas, drogas o tratantes de personas”. Y lo que no cuentan en los medios de comunicación es que en ciertas ocasiones son sometidos en instalaciones denigrantes a su condición de seres humanos, en especies de jaulas improvisadas y a la intemperie. A veces dejados días completos en esas condiciones hasta que el Instituto emita una decisión contraria. Y así en muchas partes de México, a lo mejor en casi todo el país, se repite esta formula.

El camino para llegar a la “bestia” pareciera una procesión en la que se van arrastrando muchos miedos por la incertidumbre de no saber lo que pasara al abordar el tren. Cada metro recorrido sobre los rieles significa una distancia mayor de su familia a la par que es adentrarse a un mundo desconocido para la mayoría de ellos.

Elena que viene desde El Salvador, madre soltera de 28 años de edad, se perfila hasta atrás de un grupo que va caminando transversalmente a las vías, un poco distanciada de ellos comenta –decidí irme sola para los Estados Unidos, mis hijos dependen de mi. Como mujer hasta los mismos que vienen de mi país me hacen a un lado y tengo que estar bien a las vivas, en ciertas ocasiones como que la cosa se tensa y pues como que se quieren pasar conmigo. Y sé que voy a pasar esta y mas peores cosas, pero tengo que aguantar y ser más fuerte, mis hermanas que ya han logrado pasar me han advertido de todo ello y pues lo tengo que lograr también. Me trato de juntar con algunos que vienen haciendo grupo, pero guardando mí distancia, nada más para que no me vean del todo sola. En momentos me llega el sentimiento de soledad y cansancio, pero no me puedo regresar, en mi casa con dificultad juntamos lo que traigo de dinero.-

La cálida brisa de la costa chiapaneca comienza a traer el sonido del cada vez menos lejano silbato del tren. Los migrantes aprovechan la disminución de la velocidad de la “bestia” para hacer el cambio de vía e incorporarse a los rieles de Ferrocarriles Nacionales. Se suben con tal astucia que en sus movimientos se observa el nerviosismo que de ese momento en adelante será su estado de alerta ante lo que les pueda deparar el camino a recorrer, que es largo y lleno de adversidades todas en su contra como si se tratase de tácticas ya planeadas para que no lleguen a tocar la frontera norte.

La importancia de una reforma migratoria en México, radica en el reconocimiento de los Derechos Humanos de los migrantes que cruzan el país, reforma en la cual necesariamente se deben contemplar los Derechos a la salud, a la educación (para los casos en los cuales se quedan por largas temporadas y así poder recibir algún tipo de enseñanza) y sin lugar a discusión alguna, la administración y procuración de justicia sin importar la nacionalidad de cada persona. Solo de esa manera México podrá exigir de la misma forma respeto a nuestros connacionales que viven en los Estados Unidos.