viernes, 28 de junio de 2013

A tono bajo

 

Así como se llora en silencio y a tono bajo cuando la tristeza es muy interna, así te pienso durante la noche, con la fuerza de mi sentimiento, para que como las mágicas infusiones, pueda llegar a tu sueño y aunque no así tu lo quieras, estaré presente en algún momento de tu sueño, aunque en realidad no así sea.

Es esa la esperanza que de momento llega a la vida, la de pensar y tener eso, una esperanza. Que al amanecer de la cargada noche de dudas, aclara si bien es fuerza o se convierte en melancolía de un mal augurio no deseado ante lo negado por una fantasía.

Es el vaivén del viento que trae noticias tuyas, el mismo que me obliga a cerrar la ventana para no oír el rumor lejano de ese tu respiro. El mismo que deberá llegar a ultramar y perderse en el inmenso océano.

Es tu boca que no pronuncia, es tu mirada que no ve hacia la dirección en que te espero; todo aquello que me dice como ese todo es una fantasía, que poco dura en los brazos de la vida.

sábado, 22 de junio de 2013

Cuando los vientos soplan

 

Últimamente me ha estado llamando la memoria, y esta bien que así lo haga, aunque el recuerdo duela, es lo mejor que podemos guardar; finalmente es nuestra propia experiencia, buena o mala.

Fue por esa época que florecen las jacarandas, y es que mi tía dice que una calle sin al menos una jacaranda, no es calle, además que el calor era apremiante y la brisa anunciaba, al menos así yo lo sentía, cambios esperanzadores. Era entonces el mes que le sigue de abril, con todo y sus tardes de azules intensos. Fue en ese mes que vi su sonrisa, o sus ojos, o a lo mejor oí solo su voz, de eso ya no mucho me acuerdo.

Siempre el llegar a esa isla que queda como vestigio en medio de la urbe, es como un remanso que mucho da para seguir el camino en esta ciudad. Se abre imponente al paso con sus grandes contrastes negros y grises formados caprichosamente por las siluetas no delineadas de la roca volcánica sobre la que se levanta. Es la ciudad universitaria que por mucho es llamada la “ciudad del conocimiento”.

Guardiana de ese saber, desafía a la vista de cualquiera la biblioteca central, era mayo y en las salas de lectura la temperatura nos lo hacía saber. No sé desde que momento me habrá visto y ni tampoco como es que llegué a sentarme enfrente.

- ¿Puedo encargarte mis cosas un momento?- me dijo, y solo mire con indiferencia, al poco rato regresó y torpemente abrió su mochila maniobrando para que cayeran unos chocolates al interior, repentinamente me los ofreció todos con una gran sonrisa que hacía brillar sus ojos. Tomé uno, me retire, y se acabo todo.

Dicen que con el tiempo cambian muchas cosas, como la gente y hasta las calles también, lo que si fue cierto es que para esos tiempos los vientos ya no soplaban tan fuerte y si una lluvia se abalanzaba luchando contra la dureza del asfalto. Y ya no me ofreció chocolates en ese momento porque iba tomado de la mano con su pareja, platicaban, reían, se veían felices. Una espesa nostalgia me invadió y no de tristeza, más bien fue de saber que era feliz, a pesar de que los vientos no soplaran favorablemente a partir de ese momento para mi.