sábado, 24 de abril de 2010

Los soldados del surco. I


  • De cuando el Cuatlapanga se fue de bracero.

Era la época en que el mambo movía al compas de su sensual ritmo la vida nocturna en los salones de México, los palacios de sueños como el cine Alameda o el Teatro Metropólitan proyectaban las apasionantes historias con rostros que se han vuelto clásicos en la pantalla grande. Los paisajes mexicanos serían perpetuados por la lente de Gabriel Figueroa.

La XEW La voz de la América Latina de pronto interrumpe su transmisión de la hora azul, para dar a conocer la terrible noticia: ¡México le declara la guerra a Alemania! Esta difícil decisión fue tomada por el Congreso tras haber fracasado los intentos diplomáticos por aclarar el hundimiento de los buques petroleros Faja de Oro y Potrero del Llano.

Ante el temor de un posible bombardeo de parte de las fuerzas del Eje se realizan simulacros anti bombardeó que desde el mirador del monumento a la Revolución se comprueba su nulo éxito porque los capitalinos no responden al llamado de apagar las luces de sus hogares.

Pero en el campo la vida transcurre de distinta manera: las maquilas van ganando terreno frente al cada ves mas devaluado trabajo agrícola, la migración a la ciudad de México toma una nueva e importante dinámica pues las mujeres, principalmente, se emplean en el mejor de los casos como trabajadoras domésticas.

El 4 de agosto de 1942 la noticia llega como aliento de esperanza a estas tierras, los gobiernos encabezados por Roosevelt y Ávila Camacho firmaron un convenio binacional para que mexicanos realizaran trabajo temporal en los Estados Unidos, en calidad de braceros en el campo gringo. En la medida que EU formaba parte de Los Aliados y la guerra continuaba, había escaces de trabajadores en el campo lo que orillo al gobierno norteamericano a pactar con México tras intensas negociaciones.

Miles de campesinos viajan a la Ciudad de México para enlistarse y ser contratados. Desde ese momento empezarían a sufrir discriminaciones. La primer herida causada en su propio territorio sería hecha por los policías a las afueras de las oficinas instaladas en la Ciudadela donde se llevaba a cabo el reclutamiento.

Según testimonios el cuerpo policiaco comenzó a agredirlos física y verbalmente mientras hacían las largas filas con el fin de esperar su turno; asimismo, las mecanógrafas encargadas de realizar el papeleo se burlaban del grado de analfabetismo de los solicitantes.

Poco a poco los andenes de la Estación Buenavista comenzaban a llenarse, las caras esos días por un lado mostraban esperanza , por otro tristeza al momento de despedirse de su esposa, de sus hijos, de sus padres quizás… pero también reflejando miedo.

En esos meses las faldas del volcán la Malinche arroparon los hogares de los braceros pues a ella también, dicen los tlaxcaltecas, se le fue su compañero, el monte Cuatlapanga.